Aunque durante mucho tiempo se pensaron como mero entretenimiento, los videojuegos son también espacios donde se reflejan, reproducen y cuestionan estructuras sociales, ideologías y conflictos del mundo real. Esta exposición examina el vínculo profundo entre videojuegos y política, revelando cómo este medio ha sido vehículo de crítica, propaganda, representación y resistencia.
Desde títulos comerciales hasta propuestas experimentales, los videojuegos abordan temas como la guerra, el control estatal, la vigilancia, la migración, la pobreza, el racismo o el género. Juegos como Papers, Please, donde el jugador asume el rol de un burócrata en una dictadura ficticia, o This War of Mine, que muestra la guerra desde la perspectiva de los civiles, desafían la narrativa heroica tradicional e invitan a una reflexión ética y emocional.
La exposición también revisa casos como Metal Gear Solid, con su crítica al militarismo y la manipulación mediática; Bioshock, que cuestiona el individualismo extremo; y Spec Ops: The Line, que subvierte el género bélico para exponer la brutalidad del imperialismo moderno. Se incluyen también juegos documentales e interactivos como 1979 Revolution: Black Friday o Democracy, que permiten experimentar dilemas políticos y sociales desde dentro.
Más allá del contenido, la exposición aborda cómo las dinámicas del juego —quién puede ganar, qué se puede controlar, qué se castiga o se recompensa— son también construcciones ideológicas. ¿Qué ideas se refuerzan a través del gameplay? ¿Qué cuerpos y voces están representados? ¿Cómo se configuran el poder, la agencia y la libertad dentro de un sistema de reglas?
«Más que un juego» no solo propone una mirada crítica sobre el videojuego como objeto cultural, sino que plantea preguntas urgentes sobre su papel en un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan cada vez más. Porque jugar también es decidir, y cada decisión en un juego puede ser, en sí misma, un acto político.